jueves, 25 de octubre de 2012

Gran Torino y el lenguaje positivo.

 El elogio es una de facetas por las cuales uno consigue ser simpático y la simpatía es una poderosa arma de persuasión. También lo son la similitud (ser parecido a otros o hacerse sentir parecido) y la amistad.

Manejar estos aspectos con soltura no es sencillo y conozco a más de una persona para quienes hacerse el simpático es decirles a los demás “hay que ver que chaqueta más horrorosa te has puesto hoy”, “¿dónde vas con ese careto?”, o “los calvos, es mejor que no salgáis a la calle”
Un ejemplo de esto lo podemos ver en Gran Torino, la deliciosa película de Clint Eastwood, donde un veterano de la guerra de Corea ha prohijado a un joven vecino vietnamita a quien quiere educar e introducir en la cultura americana: lo lleva a la peluquería de un amigo con quien se saluda intercambiando insultos, tras lo cual invita al vietnamita a que vuelva a entrar en la peluquería y se comporte “como un hombre”. Éste entra, insulta al peluquero e inmediatamente es apuntado con una escopeta; le explican que no puede insultar a la gente si no se tiene mucha amistad con ella y que lo correcto es hablar mal de alguien que no esté presente (http://youtu.be/MyZh8qjXofw).
Buscar temas en los que se coincida en el desacuerdo para hablar mal de otros es una forma de encontrar similitud y compartir opiniones parecidas con otras personas a fin de caer bien o influir de alguna manera.
¿Pero es necesario hablar mal de otros? ¿No se puede conseguir el mismo efecto con un lenguaje positivo y con elogios hacia nuestro interlocutor?
También aquí hay un umbral difícil de establecer: los elogios son agradables cuando se reciben, pero si son excesivos o exagerados pueden percibirse como peloteo o como fase previa a una petición.

¿A ti que te parece? Déjanos tus opiniones o tus experiencias y danos pie para la reflexión y el debate.

lunes, 15 de octubre de 2012

La advertencia del loco

O de porqué un loco advertía a los caminantes que debían de mirar hacia adelante.

Aquel manicomio estaba recorrido en su parte de atrás por una vía de tren, cuatro railes, que se encontraba tapada por la hierba crecida a consecuencia del largo periodo de inactividad en que llevaba sumida la línea.
También había un bonito paseo flanqueado por una fila de árboles que le aportaban sombra y que lo hacían un lugar agradable para pasear en verano.
El paseo cruzaba las vías del tren e iba en dirección al manicomio, donde un loco se pasaba las horas mirando por la ventana.
Era muy habitual que las personas que por allí pasaban se tropezasen con uno de los railes y que, despues del traspies correspondiente, mirasen hacia atrás para ver con qué se habían tropezado. Cuando esto ocurría, nuestro loco se ponía muy contento y abriendo la ventana decía a voz en grito: "No mires para atrás, mira para adelante que hay más vías y te volverás a tropezar"

La experiencia ha de servirnos para saber afrontar el futuro, pero no para recrearnos en el pasado.
¿Qué piensas sobre esta afirmación?