miércoles, 21 de noviembre de 2012

El Pájaro que Habla, el Árbol que Canta y el Agua de Oro.

Extracto de un bello cuento de las Mil y Una Noches que nos sirve para ir abriendo este blog e indicar la importancia de seguir metas valiosas y de no volver la vista atrás.

“Has de saber, ¡oh mi señora! que, si en estos jardines se hallara el Pájaro que Habla vendrían a mirarle todos los pájaros de estos jardines. Si tuvieras el Árbol que Canta veríais que ningún instrumento produce una armonía comparable. ¡Y si tuvieras en tus jardines el Agua de Oro!, solamente una gota de ese agua se hincha y crece, multiplicándose en surtidores de oro y no cesa de brotar y caer sin que el estanque se desborde nunca.
Esas tres maravillas se encuentran en un paraje situado hacia los confines de la India”.
Así hablaba una vieja a la bella Farizada al ver el bello jardín que ésta cuidaba.
Cuando regresaron sus hermanos Farid y Faruz. Farizada les dijo: “¡Oh! ya no me gusta mi jardín, le falta el Pájaro que Habla, el Árbol que Canta y el Agua de Oro!". Y contó sin interrupción a sus hermanos la visita de la buena vieja.
Farid decidió partir en busca de esas tres maravillas más, como Farizada temiendo por su vida le pedía que no lo hiciese, sacó del cinturón un cuchillo diciendo: "Toma, si ves que la hoja se oxida has de saber que me ha ocurrido un grave contratiempo”
Durante veinte días y veinte noches viajó hasta llegar a una pradera, al pie de una montaña, donde se encontraba sentado un hombre muy viejo al que preguntó por las tres maravillas: "Ciertamente conozco el lugar en que se encuentran esas tres cosas y el camino que allá conduce. Treparás a esa montaña cuya cima se divisa desde aquí. Te gritarán palabras que hielan la sangre de los hombres, pero no las escuches porque si vuelves la cabeza y miras hacia atrás, en ese mismo instante, te convertirás en una piedra de basalto semejante a las piedras negras de la montaña; pero si resistiendo a esa llamada llegas a la cima, encontrarás allí una jaula, y en la jaula al Pájaro que Habla y él te informará de todo cuanto desees”.
Cuando Farid comenzó a escalar la montaña pronto comenzó a oír entre las rocas un grito que fue seguido de otros gritos, a derecha y a izquierda, que nada tenían de humano. "¿Qué quieres? ¿Qué quieres?" Decían. "¡Detenedle! ¡Matadle!" "¡Empujadle! ¡Tiradle!" Se burlaban de él, gritando: "¡Huy! ¡Huy! ¡Joven! ¡Joven! ¡Huy! ¡Huy! ¡Huy! i Ven! ¡Ven!" Pero Farid continuó subiendo sin hacer caso a aquellas voces. Cada vez se fueron haciendo más numerosas, terribles y próximas, convirtiéndose en un espantoso estrépito apremiante y amenazador hasta el punto de que Farid tuvo una vacilación y volvió la cabeza. En ese mismo instante resonó un espantoso aullido y Farid quedó convertido en piedra de basalto negro.
Lejos de allí, la princesa Farizada sacó el cuchillo de la vaina, se puso pálida al ver la hoja oxidada y se desplomó en los brazos Faruz, que afligido le dijo: "Ahora me toca a mí ir en busca de nuestro hermano y traerte, al mismo tiempo, las tres cosas que han ocasionado el cautiverio a que debe estar él reducido en este momento. Farizada, exclamó suplicante: "No, no, por favor, no partas, si ha de ser para ir en busca de lo que ha deseado mi alma insaciable ¡Oh hermano mío! ¡si te ocurriera algún contratiempo moriría yo!" Pero estas quejas y lágrimas no disuadieron de su resolución a Faruz que montó a caballo y entregó a su hermana un rosario de perlas, diciéndola "Si estas perlas cesaran de correr unas tras otras entre tus dedos y pareciera que estaban pegadas sería señal de que había yo sufrido la misma suerte que nuestro hermano"
Al vigésimo día de su viaje encontró al anciano de la pradera, que le indicó cual era el camino por el que preguntaba. Faruz se aventuró resueltamente por la montaña y a su paso se fueron alzando las voces, pero él no  respondía a las injurias, a las amenazas y a los llamamientos. Había llegado ya a la mitad de su ascensión, cuando de pronto oyó gritar tras él: "¡Hermano mío! ¡hermano mío! ¡no huyas de mí!" y, olvidando toda prudencia, Faruz se volvió al oír esta voz y en ese momento quedó convertido en bloque de piedra.
Farizada que, ni de día ni de noche abandonaba el rosario de perlas, sin cesar pasaba las cuentas entre sus dedos, advirtió que no obedecían al movimiento que les imprimía y vio que estaban pegadas unas a otras. Y exclamó: "¡Oh pobres hermanos míos, víctimas de mis caprichos! ¡iré a reunirme con vosotros!" Se disfrazó de caballero, se armó, se equipó y partió a caballo emprendiendo el camino.
Al vigésimo día se encontró con el viejo sentado en la pradera, le saludó con respeto y le preguntó: "¡Oh santo anciano, padre mío! ¿no has visto pasar, con intervalos de veinte días, a dos señores jóvenes y hermosos que buscaban el Pájaro que Habla, el Árbol que Canta y el Agua de Oro?" El anciano contestó: "¡Oh mi señora! les he visto y les enseñé el camino, pero les han detenido en su empresa las voces del monte encantado, como antes que a ellos les sucedió a tantos otros señores!" Y continuo diciendo: "¡Oh dueña del esplendor! no te engañaron quienes te han hablado de las tres cosas incomparables en cuya busca vinieron tantos príncipes y señores, pero no te han dicho los peligros que hay que arrostrar para intentar una aventura tan singular como la que tú persigues" E hizo saber a Farizada todo a lo que se exponía al ir en busca de sus hermanos y de las tres maravillas.
Farizada dijo: ¿Cómo voy a retroceder si se trata de encontrar a mis hermanos? ¡Oh santo hombre! escucha el ruego de una hermana amante e indícame los medios para librarles del encanto!" A lo que el viejo contestó: "¡Oh Farizada! por ser la primera persona que me pide ayuda te daré este mechón de lana con el cual, taponándote los oídos, impedirá que oigas, cuando encuentres al Pájaro que Habla pregúntale y él te responderá a cuanto desees saber"
Cuando hubo llegado a las primeras rocas las voces se alzaron entre los bloques de basalto negro con una algarabía espantosa, pero ella apenas oía un vago rumor y, sin entender ninguna palabra y sin percibir ningún llamamiento, subió sin detenerse. En la cima de la montaña, en medio de una explanada, advirtió que había una jaula de oro sobre un pedestal. Farizada se dirigió a él, pudiendo ver al Pájaro que Habla: “¡Ya te tengo! ¡Ya te tengo! ¡Y no te escaparás!" Y al propio tiempo se quitó los tapones de lana.
Farizada le dijo que tenía que pedirle varias cosas, y empezó por rogarle primero que le indicara dónde se encontraba el Árbol que Canta, después le rogó que le indicara dónde estaba el Agua de Oro, finalmente preguntó por sus hermanos y el Pájaro le dijo que rociase con algunas gotas las piedras de basalto, para desencantar a los caballeros que de esa forma se encontraban prisioneros. Farizada cogió con una mano un ánfora de cristal que con ella llevaba y con la otra la jaula del Pájaro y una rama cantarina que había cortado del Árbol, para plantarla en su jardín, y empezó a bajar por la vereda. En cuanto encontraba una piedra de basalto negro la rociaba con algunas gotas del Agua de Oro y la piedra adquiría vida y se convertía en hombre. Como no dejó pasar ninguna sin hacer lo propio, recuperó de tal suerte a sus hermanos y liberó a todos los que se encontraban de aquella manera prisioneros.
Ya en su morada Farizada se apresuró a colocar aquellas tres maravillas en su jardín y recomenzó una vida con días de dichosa monotonía. Farizada reanudó sus paseos por los jardines, deteniéndose largas horas a charlar con el Pájaro que Habla, a escuchar al Árbol que Canta y a mirar al Agua de Oro, mientras sus hermanos disfrutaban de la placidez de aquel jardín tan bien adornado.

¿Qué te ha parecido el cuento? ¿Quién sigue metas valiosas? ¿Cuáles son? Coméntalo.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Aduladores

Al hilo del lenguaje positivo, recuerdo una anécdota sobre un evento en el que se creó un ambiente formidable.

Hace unos años un amigo me llamó para que asistiese como “adulador” a la inauguración de una exposición de un artista conocido. La galería había invitado a más de quinientas personas y había contratado a una empresa de eventos para que animase la fiesta y que aquello fuese un éxito. La propuesta que hicieron fue la de introducir “aduladores” entre los invitados; había cien aduladores en la inauguración.
La llamada de mi amigo iba acompañada de las siguientes instrucciones:
-          Se trata de mezclarse entre el público e ir adulando a los asistentes.
-          Fíjate en algo que destaque de alguna persona y díselo. No engañes, pues se nota, sé sincero y refiérete con halagos a algo de la persona que realmente te llame la atención.
-          Cambia de grupo con frecuencia: tu trabajo es ir adulando a las personas y cuantos más contactos hagas, mejor.
-          No digas a nadie que eres adulador. Si alguien se acerca a ti con halagos no le preguntes si él también es adulador; hay cien en la sala pero no os conocéis y no debéis conoceros.

La propuesta me pareció graciosa y acepté el encargo con agrado, sin ser consciente de los beneficios que me iba a reportar:
No soy una persona tímida, pero cuando voy a una fiesta suelo limitar mis contactos al grupo de amigos que tengo ahí, perdiéndome la oportunidad de conocer a nuevas personas. En este caso, como mi objetivo era entrar en contacto con muchas personas estuve yendo de grupo en grupo conociendo a gente muy interesante.
Como entras en contacto con un grupo dirigiendo una frase agradable a alguna persona o al grupo en su conjunto, te reciben muy bien y rápidamente entras en su tema de conversación o cuentas algo sobre ti. No estás con ellos más de cinco o diez minutos, de forma que cuando te vas has dejado una buena impresión. En algunos casos vienen a buscarte más tarde diciéndote: “ven, que como nos dijiste que te dedicabas a tal cosa, o que estabas interesado en esto, te voy a presentar a una persona que te va a gustar”.
El ambiente de la reunión se notaba que se hacía más cálido por momentos: se intercambiaban tarjetas, se vendían cuadros, la gente quedaba para verse otro día. Todo el mundo sonreía.
Además de lo grato que me resultó el tiempo que estuve allí, me dio la oportunidad de establecer contactos que luego me resultaron útiles.

La adulación, si es sincera y se apoya en cualidades evidentes, genera un buen clima. No se trata de decir a las personas que tienen o que son lo que no tienen o no son, sino de manifestar verbalmente que te gusta aquello que realmente te gusta de otros.

¿Tienes alguna experiencia que nos ayude a crear ambientes agradables? Te rogamos que la compartas con nosotros contándonos cual fue.