domingo, 29 de diciembre de 2013

Rencores a la papelera


  "Yo no soy rencoroso", así comenzaba a describirse un candidato que entrevisté en un proceso de selección.

Rafael Echevarría en su Ontología del Lenguaje nos advierte de que el modo como enjuiciamos nuestro pasado genera estados de ánimo que condicionan nuestro comportamiento futuro.

Cuando una persona reconoce su pasado como un tiempo vivido bajo determinadas circunstancias, que ha generado una serie de experiencias que fueron las que fueron, mejores o peores, pero que pasaron sin dejar daños; cuando una persona acepta su pasado tal como fue, se enfrenta al futuro con la mente abierta y con un bagaje que le ha hecho aprender (de lo bueno lo que hay que hacer; de lo malo, lo que hay que evitar o enfocar de manera diferente). La aceptación nos aporta tranquilidad espiritual y claridad a la hora de vivir el presente y de pensar en el futuro.
Por el contrario el resentimiento refleja un estado de ánimo que nos limita, nos ancla al pasado y no nos deja desarrollarnos. La idea que subyace a esta percepción es que: “Yo merecía algo que me fue negado o, simplemente, merecía una cosa mejor de lo que obtuve, pero alguien se interpuso impidiendo que lo obtuviera, de forma que mi situación actual no es la que yo debería tener (ese alguien lo pagará tarde o temprano)”.
El hecho de estar viviendo una situación no deseada y no aceptada limita nuestra capacidad de acción. El resentimiento nos puede hacer vivir en función de la persona o personas con quien estamos resentidos y el odio y la venganza puede llegar a convertirse en la guía de nuestra vida.
Para evitarlo, trata de racionalizar la situación, acepta que la situación, fuera la que fuese ya no tiene solución y eso no puede condicionar, coméntalo con otras personas (aunque el resentimiento suele ser privado trata de compartirlo, verás que otras personas pasaron por situaciones similares). Haz un ejercicio de catarsis y tira tus resentimientos a la papelera.

La semana pasada me reencontré con una persona hacia la que sentía cierto rencor; me saludo efusivamente y, al ver mi frialdad me dijo: Chico, yo te aprecio, nuestras diferencias fueron causa de las circunstancias, pero prefiero olvidarlas y que nos llevemos bien.

Para 2014 he decidido tirar mis rencores a la papelera. ¿Y tú?

lunes, 9 de diciembre de 2013

LO SIMPLE Y LO SUPERFICIAL.


Hace poco tiempo estuve en una conferencia done el conferenciante afirmaba que una de las bases de la eficacia es la simplicidad: hacer las cosas simples hace que los resultados sean mejores, se consigan de forma más rápida y sea más barato. Sin embargo hacer que las cosas sean simples no es sencillo y alegaba varios motivos, entre ellos:
-       Que la naturaleza tiende a la complejidad; los árboles crecen y les salen ramas, cuando es necesario que den mejores resultados hay que podarlos; una arboleda sin limpiar se convierte en jungla infranqueable. Acumulamos cosas, que quedan obsoletas y cada vez se hace más difícil encontrar aquello que deseamos, perdido en estanterías atiborradas o en almacenes inaccesibles.
-         Lo simple está mal visto. Llamarle a uno “un simple” es un insulto. Cuando un conferenciante da una charla sencilla y comprensible para todos se le tilda de simple y no se da valor a sus palabras, mientras que se halaga a quien utiliza argumentos, datos y contenidos complicados de difícil comprensión, admirando lo farragoso.
Hacer las cosas simples supone un acto de voluntad y un ejercicio profundo de reflexión, pues va contra la naturaleza de las cosas y contra  la percepción social.

Otra cosa bien diferente es la superficialidad. Ser superficial es quedarse en lo evidente, dar por bueno aquello que se ve sin profundizar en su esencia. Vivir, trabajar, opinar con frases hechas y lugares comunes sin crearse una visión propia y reflexionada de aquello que deseamos entender.
Posiblemente esa es la cuestión ¿realmente queremos entender algo? Tenemos una voluntad que nos guía hacia el esfuerzo mínimo.
Decir de una persona que es “superficial” no es ningún piropo pero es mucho más suave que decir que es “simple” y es que la simpleza requiere esfuerzo, hasta para entenderla.

domingo, 24 de noviembre de 2013

JFK


No lo puedo resistir.

Me cuesta soportar este atropello empalagoso sobre las excelencias de aquel presidente asesinado y, el caso es que, no dejo de pensar en ello a ver si descubro qué tenía de extraordinario quien invadió la Bahía de Cochinos y por más vueltas que le doy no se lo encuentro:
En el ámbito internacional fue uno de los protagonistas del conflicto de los misiles de Cuba; los momentos más álgidos de la Guerra Fría se vivieron durante su mandato; e impulsó el envío de tropas a Vietnam antes de que el conflicto fuese considerado como una guerra abierta de los EE.UU.
En el ámbito nacional, pese a que su discurso era antisegregacionista, lo cierto es que no tomó decisiones importantes para eliminar la marginación, dejando a su sucesor movimientos liderados por personajes como Malcom X o Martin Luter King, con un gran apoyo popular en contra de la pasividad del gobierno.
Y en el privado se le relacionó con la mafia y se le reconocieron numerosas amantes; lo de Marilyn parece que era vox populi.

En paralelo y al hilo de las nuevas noticias sobre el caso Bárcenas leo que González Pons asegura que el PP y sus dirigentes son “tan honrados como todos”.

Pues será eso, que los políticos tienen bien asumido lo que tienen que hacer para que el futuro los recuerde con admiración.
Enviamos a nuestras tropas a países con los que no mantenemos ninguna relación directa y nos inmiscuimos en sus asuntos internos.
Apoyamos a entidades financieras para salir de la crisis, generando cada vez más paro y subiendo impuestos a los pocos que mantienen sus ingresos.
Contabilidades B, EREs, facturas por cursos no realizados.
Supongo que todo ello para pasar a la historia como los que lograron no sé qué.

Pero no es eso lo que queremos potenciar desde este blog.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Entre las sábanas, entre las piernas.


Cuando teníamos veinte años Guillermo Fesser nos invitaba a un juego que consistía en decir refranes intercalando “entre las sábanas”, “entre las piernas”: Más vale pájaro en mano “entre las sábanas” que ciento volando “entre las piernas”. El ejercicio era gracioso y pasábamos buenos ratos buscando los refranes que sonasen más contundentes: A Dios rogando “entre las sábanas” y con el mazo dando “entre las piernas”.

 

Ahora he descubierto otra utilidad además de la diversión y es la de la creatividad. Utilizar frases contundentes, afirmaciones trascendentes o títulos pretenciosos, intercalando “entre las sábanas”, “entre las piernas”, les hace cambiar de sentido y nos permite explorar otros territorios diferentes de la realidad que mejoran nuestra percepción de las cosas.

Para poner un ejemplo he elegido al azar el título de unos cuantos debates de mis grupos de Linkedin (disculpadme los autores pero el ejercicio no tiene nada que ver con el contenido de vuestros debates, tan sólo son una muestra de cómo cambia el significado con el ejercicio propuesto):

 

El paro sube en 25.572 personas en septiembre “entre las sábanas” tras seis meses de caídas “entre las piernas”
- Si llevaba seis meses de caídas entre las piernas ya debería estar por los suelos.

5 Claves para potenciar “entre las sábanas” tu Proceso de Búsqueda de Empleo “entre las piernas”.

-  Bueno, si es para potenciar entre las sábanas la búsqueda de empleo entre las piernas, es posible que con 5 claves sea suficiente, pero si se trata de buscar empleo en otros lugares quizás 5 claves sean pocas.

Gratis el libro “El Inglés, la Meta”: Una guía de Planificación Estratégica “entre las sábanas” para lograr el objetivo de hablar inglés “entre las piernas”

- Desde luego, tener una entrepierna políglota puede ser una gran ventaja competitiva.

 

¿Cómo influye el espacio de trabajo “entre las sábanas” en el rendimiento laboral “entre las piernas”?

- Con esta pregunta vemos claramente que “el espacio de trabajo” no se refiere solamente a una cuestión de ergonomía si no que incluye a las relaciones interpersonales.


Lo que sobra “entre las sábanas” y lo que falta “entre las piernas”
- Sin comentarios.

Lo que nadie te ha dicho sobre como alcanzar el éxito “entre las sábanas” y la felicidad “entre las piernas”

- En este caso se puede apreciar que éxito y felicidad se ubican en lugares diferentes.

 

Sobre trabajo “entre las sábanas” y felicidad... “entre las piernas”

-       Nuevamente una cuestión de ubicación de significados.

 

El lenguaje verbal “entre las sábanas” de los embusteros “entre las piernas”.
-       No es cosa nueva que quien miente se debe aplicar para mantener su mentira.

 

¿Es la edad una pega “entre las sábanas” para hacer marca personal “entre las piernas”?

-       Sinceramente yo creo que sí.

 

¿Sirven las redes sociales “entre las sábanas” para encontrar empleo “entre las piernas”?

-       A las redes sociales se les atribuye más capacidad que la que realmente tienen aunque esto no es óbice para que su utilidad sea muy variada y vaya en aumento.

 

¿Qué hacer “entre las sábanas” ante un proceso de fusión “entre las piernas”?

-       Mi recomendación sería apretar bien un muslo contra el otro y esperar que el proceso pase sin afectarnos mucho.

 

Contra la exclusión de los Senior “entre las sábanas”, nuevos proyectos para Senior y Junior unidos “entre las piernas”

-       Sí señor, como debe ser.

 

Envejecer en España “entre las sábanas” es empobrecerse “entre las piernas”.

-       Totalmente de acuerdo.

 

El optimismo “entre las sábanas”: ¿Un artículo de lujo, una necesidad o una obligación “entre las piernas”?

-       No sé si es optimismo, pero ser divertido, hacer reírse a los demás, es una actitud francamente recomendable en cualquier circunstancia.

 

Por último el título de un post publicado en un grupo de financieros:

Técnicas de alargamiento “entre las sábanas” que usan los deudores “entre las piernas”

-       Y es que con la que nos está cayendo, los deudores ya no saben qué hacer.

¿Te sugieren algo estas frases? ¿Se puede utilizar este recurso como técnica de coaching para cambiar paradigmas y observar la realidad desde otras perspectivas?

Te agradeceremos tus aportaciones y comentarios.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Sobre la capacidad de discernir


Hannah Arendt fue una filósofa alemana, de origen judío, alumna y amante de Heidegger, que se exiló en Francia para huir del acoso nazi y que, cuando éstos ocuparon el país Galo, pudo obtener un salvoconducto para viajar a Estados Unidos, donde ejerció como periodista, como catedrática en varias universidades y donde obtuvo la nacionalidad americana.

El año pasado se estrenó una película en la que se narra un pasaje de la vida de esta mujer. Los servicios de espionaje judíos detuvieron en Argentina a un dirigente de las SS, Adolph Eichmann, encargado del traslado de los prisioneros a campos de concentración (que posteriormente la dialéctica de los vencedores les dio el nombre de “campos de exterminio”). Sería juzgado en Jerusalén y ella escribió al The New Yorker postulándose como corresponsal para cubrir la noticia, justificando su interés en su propia experiencia y en su deseo de conocer de primera mano lo acontecido durante aquellos años oscuros.

Eichmann, estaba previamente condenado por toda la sociedad internacional y, especialmente, por la judía por haber enviado a miles de compatriotas a las cámaras de gas. Sin embargo, lo que Arendt pudo ver en el juicio fue a un mediocre funcionario que cumplía órdenes dentro de un aparato burocrático y que no era culpable del genocidio del que se le acusaba. Su punto de vista  le generó todo tipo de enemistades, fue declarada persona non grata por las autoridades judías, sufrió amenazas e insultos en Estados Unidos y estuvo a punto de ser despedida de su trabajo, y si no lo fue se debió a su altura intelectual que le permitió mantener y justificar su punto de vista con argumentos firmes y bien fundados.

Lo que Hannah Arendt defendía era que se juzgaba a Eichmann por genocidio y que él no era culpable de eso. Este nazi tan sólo era una pieza dentro de una maquinaria burocrática en la cual él no tenía ninguna capacidad para tomar otras decisiones diferentes a las que tomó. ¿Quién era culpable?, le preguntaban y ella respondía que los que tenían capacidad para pensar (para discernir) y que ese señor no la tenía.

A raíz de aquel episodio escribió sobre la “banalización del mal”

Toda esta historia viene al caso para preguntarnos en qué medida somos capaces de tomar nuestras propias decisiones y orientar nuestras vidas por el sendero que deseamos que vayan; en qué medida los condicionantes económicos, familiares, el ejemplo de los demás, los valores (o sin valores) de nuestra sociedad nos convierte en un mero ejecutor de conductas previsibles y establecidas para comportarnos como se espera que lo hagamos, limitando nuestra capacidad de actuar libremente.

Mediante el coaching ayudamos al cochee a que tome sus propias decisiones y que enfoque su vida por el sendero que desea ¿pero realmente tenemos capacidad para decidir cuál es el sendero que deseamos? ¿tenemos capacidad de discernir?

lunes, 9 de septiembre de 2013

Elogio de la ignorancia


“Solo sé que no sé nada”. Si no fuera porque esta frase viene en un paquete que dice: Sócrates: inteligencia, agudeza, ingenio, honestidad y coherencia; y que por ser uno de los padres de la filosofía, sus pensamientos no pueden ser puestos en duda. Yo diría que fue pronunciada por un pretencioso.

Cuando la modestia se manifiesta de forma más extensa de lo que resulta evidente y lógico, parece que es jactancioso.

Afirmar que no sabemos nada resulta pedante aunque realmente tenemos que reconocer que sabemos muy pocas cosas. Incluso de Sócrates, que lo que sabemos es a través de sus alumnos, especialmente de Platón que lo utiliza como personaje en muchas de sus obras poniendo en su boca palabras que no podemos asegurar si fueron pronunciadas por Sócrates o si las puso en su boca el alumno para expresar su propio pensamiento (el de Platón, me refiero).

Todos sabemos algo. “Pienso, luego existo” y si puedo pensar seré capaz de aprender y ese aprendizaje me llevará a la sabiduría y la sabiduría me llevará a distinguirme de los demás y …… de esta manera llegamos a considerar el conocimiento como una medida del valor de las personas, pasando al otro lado de la balanza de lo absurdo en la que en un platillo se sitúan los que no saben nada y en el otro los sabios.

Hablamos de la “Gestión del Conocimiento”, seleccionamos a las personas por los “Títulos y Masters” que han acaparado, ponemos en  nuestros currícula las publicaciones que hemos editado, las conferencias que hemos dado o el reconocimiento  recibido por nuestro saber, ya que “sabemos” que eso nos hace más valiosos. ¿Ante un peligro inminente a quien salvaría usted, a una mujer a punto de dar a luz o a un sabio que está investigando sobre una vacuna contra la malaria? Es una pregunta que se plantea en algunos cursos sobre toma de decisiones y, en la mayoría de los casos, la respuesta es salvar al sabio, porque la sabiduría vale más que la vida.

Sin embargo quiero reivindicar el derecho a la ignorancia, a reconocer que mis conocimientos, teniéndolos, sólo suponen una pequeña parte del conocimiento existente (no a nivel universal, sino sobre las materias de mi interés y que conciernen a mi trabajo). El reconocimiento de la propia ignorancia es la puerta que me permite desarrollar mi inquietud, que me ayuda a aprender más, que me anima a seguir estudiando y experimentando.

Yo dejaría de preguntar “que es lo que usted sabe” para preguntar “qué es lo que usted ignora y que le gustaría saber”, pues la respuesta me va a dar mucha más información sobre los intereses, la voluntad y la vocación de esa persona.

lunes, 19 de agosto de 2013

TIPOS DE DOLOR

Como el tiempo de ocio acapara toda mi atención durante el mes de agosto, en esta ocasión copio un post de Luis de Rivera, que me ha llamado la atención (aunque no quiero manifestar mi opinión sobre su contenido):
Para tomar posesión de la propia vida primero hay que darse cuenta de que uno tiene vida, y la vida, como la nariz, solo se nota cuando duele. Por eso tienes que aceptar el dolor, no porque te guste, sino porque, a veces, parece ser lo único que tienes. No es el dolor lo que importa, sino el hecho de que es tuyo. Tú eres el que lo produces, cierto que sin querer y sin darte cuenta, pero eso no cambia nada. El dolor más útil es el que sirve de señal, avisa que algo nos está haciendo daño. Pon el dedo en una llama y entenderás enseguida a que me refiero. Quita el dedo, y da gracias a tu dolor. No sufres el síndrome de Riley, incapacidad para sentir dolor, horrible enfermedad que conduce pronto a la muerte por lesiones de lo más tonto, como olvidarse de respirar porque al afectado no le molesta la asfixia.
Un maestro Zen decía que había que desear la iluminación con la misma intensidad con que se desea el aire cuando uno está sumergido bajo el agua. La iluminación es, simplemente, ver las cosas como son, y entonces el mal y el dolor desaparecen, por lo menos el mal y el dolor inútiles, que son, con mucha diferencia, los más frecuentes.
El segundo tipo de dolor viene por la atención sesgada: Un detalle doloroso nos absorbe de tal manera que se nos escapa toda la bendición que le rodea. A una niña caprichosa le acaban de regalar un coche reluciente y precioso. Cuando se acerca con sus nuevas llaves, ve una cagada de paloma justo en medio del parabrisas. Si está iluminada, sonreirá con ternura hacia la pobre paloma, que no tiene nada mejor que hacer, y disfrutara de un delicioso paseo. Puede que antes limpie la cagada, puede que no, después de todo no es un detalle tan importante. Pero ya dije que era una niña caprichosa, lo cual significa que le gusta apegarse a detalles sin tener en cuenta el contexto. Así que dará un grito de dolor, mirará al cielo, maldecirá a las palomas y se dirá a si misma cosas tales como "¿Por qué me tiene que ocurrir ésto a mí?" "Ya me han chafado el día" "Que mala suerte tengo" Las reacciones pre-programadas tratan todos los dolores igual, como si todos fueran la señal de algo muy importante, vital, que requiere atención e intervención inmediata. Por eso, en la percepción ordinaria, la vida duele un montón.

martes, 30 de julio de 2013

Zadig

Zadig es un personaje de Voltarie que va de desventura en desventura a consecuencia de su bondad y de su honestidad. En un momento de su vida se encuentra con un ermitaño con el que mantiene el siguiente diálogo: 

- Los hombres todo lo juzgan sin saber nada: tú eras, entre todos los hombres el que más merecía ser ilustrado.
- Desconfío de mi mismo … ¿es necesario que haya crímenes y desgracias? ¡y las desgracias recaen sobre hombres de bien!
- Los malos son siempre desgraciados; sirven para probar a un pequeño número de justos diseminados por la tierra, y no hay mal del que no nazca un bien.
- ¿Si no hubiera más que bien y no hubiera mal?
- Entonces esta tierra sería otra tierra, el encadenamiento de los acontecimientos sería otro orden de sabiduría.

Zadig se publicó en 1747 y parece ser que Voltaire se basó en una obra, Los Tres Príncipes de Serendip, publicada por Michele Tramezzino en Venecia en 1557, quien, a su vez, decía haber oído la historia a Christophero Armeno el cual la conocía a través de unos cuentos persas traducidos al italiano en1302.
No se trata de buscar los orígenes de esta historia, sino de poner de relieve que tras el paso de los años, de los siglos, de los milenios, los malos siguen siendo malos y parece que sacan ventaja de su perversidad, mientras que los buenos no pueden hacer nada por cambiar esa situación y finalmente quedan como ingenuos frente a muchos.

¿Tú ya has decidido? ¿Vas a ser “bueno” o vas a ser “malo”? … ¡Ah! elegir ser malo permite criticar a otros malos que sacan más ventaja.

miércoles, 10 de julio de 2013

Procrastinar

Querido y amable lector, quiero disculparme por el tiempo transcurrido desde la publicación del último post. Espero que esto no afecte a nuestra relación, y aprovecho esta circunstancia para hablar de la procrastinación, de la acción y efecto de diferir, aplazar.

 Hace unos años leí que había surgido una iniciativa para crear el club de procrastinadores, cuyo objetivo era defender el derecho a no hacer las cosas en su momento y demorarlas hasta que la situación fuese más favorable para ello. Todos los miembros fundadores estuvieron de acuerdo en crear el club y …. en aplazar su constitución “sine die”. Aún hoy no ha sido fundado.

 ¿Por qué procrastinamos?

 Una razón puede ser que la cosa en sí no nos interesa: nos aburre o no le vemos la gracia. En este sentido, como criterio para gestionar el tiempo, recomendamos centrarse en aquello que nos gusta, que nos divierte y que sabemos hacer, procurando delegar aquellas otras cosas que nos resultan más tediosas o más difíciles de abordar (que son las que quedan procrastinadas).
Otra puede ser que realmente estamos demasiado atareados y tenemos que decidir qué hacer, qué dejar de hacer y qué procrastinar (no lo quiero dejar de hacer pero no lo puedo abordar en este momento). En este grupo incorporaríamos el “derecho a la pereza”: “sí, sé que eso es importante, lo haré, lo quiero hacer, pero ahora quiero centrarme en la forma de las nubes”
Una tercera, más difícil de relacionar con razones concretas, es la necesidad de marcar espacios temporales para abordar proyectos. Desde primeros de marzo, las cosas se dejan para “después de Semana Santa”, desde mediados de noviembre, “para después de Navidades”, que es el 20 de enero; y en veranos ¿qué decir?, desde mediados de junio dejamos las cosas para “después del verano”, que es el 20 de septiembre. Estamos aplazando las cosas durante ocho mese al año. ¿Miedo a tomar decisiones? Yo creo que no, que más bien es gusto por procrastinar.

¿Tú que piensas?

miércoles, 12 de junio de 2013

De mujeres y hombres

Hace unos días conocí a un hombre convencido de que estamos entrando en la era de Acuario caracterizada por la tolerancia y que ya se aprecia de forma más que notable en aspectos como el desarrollo individual, social, cultural, científico y tecnológico; también en la globalización, que es una de sus manifestaciones. Y él hace especial hincapié en la irrupción de la mujer en todos los ámbitos de la sociedad.
No piensa en la tolerancia como un valor que hay que potenciar, a él le altera el ánimo y le mueve sus cimientos: no entiende lo que está pasando y comentarios como los que hace sólo se podrán encontrar en la memoria de la España de los años 40.
A raíz de aquella conversación decidí escribir un post sobre mujeres y hombres y después de cuatro borradores rechazados por mi entorno femenino he cambiado de opinión y ya no voy a hablar de mujeres y hombres.

A finales de los 80 fui invitado a participar en una mesa redonda en el Instituto de la Mujer, sobre la integración de la mujer en el mundo del trabajo. En aquel momento yo era el director de recursos humanos de una entidad financiera que estaba en plena expansión e incorporábamos a personas jóvenes con proyección profesional. Incorporábamos a muchas mujeres por dos razones, primera porque ellas eran tan buenas como ellos, y segunda porque entonces muchos chicos tenían pendiente el servicio militar al terminar la carrera y eso los descartaba para un ingreso inmediato. Ese criterio me reportaba muchas críticas y amenazas veladas (ya verás cuando se embaracen, vas a tener un problema, las mujeres faltan uno o dos días al mes al trabajo, y otra serie de comentarios parecidos), de forma que llevaba un control férreo sobre absentismo y productividad entre sexos, con datos que evidenciaban que esos comentarios no tenían ningún valor real.

Con estos antecedentes acepté encantado la invitación del Instituto de la Mujer y me fui dispuesto a comentar mis datos estadísticos. Preparé una entrada para abrir mi intervención en la que decía. “agradezco al Instituto de la Mujer que me haya invitado a esta mesa redonda pues soy hijo de una mujer trabajadora, estoy casado con una mujer trabajadora y tengo dos hijas pequeñas que espero que se incorporen al mundo laboral en igualdad de condiciones”. Comenté esta entradilla con mi mujer, con mis hermanas y con varias compañeras de trabajo y a todas les pareció bien, así que empecé mi intervención con ese comentario.

Después de mí hablaba una mujer que entonces era la directora de recursos humanos de una conocida cadena de supermercados y que, con un tono irónico, comenzó diciendo: “no sabía como empezar mi intervención pero José Luis me ha dado una pista ya que al contrario que él yo soy hija de un hombre trabajador, estoy casada con un hombre trabajador y tengo la certeza de que mis hijos se incorporarán al mundo laboral con ventajas sobre mis hijas”.
He tardado veinticinco años en saber qué pudo provocar ese comentario de mi colega.

En el coloquio posterior una mujer me preguntó que “qué pensaba yo de esa tontería de que las mujeres quisieran hacer el servicio militar”, a lo que respondí dándole mi opinión sobre el servicio militar: que me parecía absurdo ya fuese para hombres o para mujeres. No había terminado la frase cuando irrumpió como una locomotora la directora del Instituto diciendo que eso es una opción personal. También aquello me pareció una agresión hacia el ponente aunque, en este caso, no tardé mucho en comprenderlo: La igualdad consiste en la igualdad de oportunidades ante las opciones personales.

He dicho que he tardado en comprender la reacción de aquella directora de recursos humanos y lo he comprendido ahora cuando he intentado escribir un post sobre mujeres y hombres. Esto es como lo que pasa en mi pueblo: nosotros podemos decir lo que queramos sobre nosotros mismos, pero que no venga nadie de fuera a decirnos qué hay que hacer o cómo somos.

Si realmente estamos entrando en la era de Acuario, caracterizada por la tolerancia, ésta se debe asentar sobre la libertad e igualdad de derechos para decidir las opciones personales.

¿Basta con reconocer la igualdad de derechos para decidir las opciones personales, o crees que hay más aspectos que es necesario regular?

martes, 28 de mayo de 2013

¿Se enseña lo que los alumnos necesitan?

Hace unos días un amigo fotógrafo, Alfonso Sampedro, me mostró esta foto que había sacado en Senegal y la primera pregunta que me vino a la cabeza fue ¿a quien está enseñando qué, esa mujer?

Llevo muchos años trabajando bajo el criterio de las Competencias y he hecho de la motivación humana el “leit motiv” del compromiso y la excelencia en el puesto de trabajo. Me refiero a la motivación básica, la que nos enseña McClelland en Estudio de la Motivación Humana (logro, afiliación, poder).
El talento lo dejamos a un lado (o al menos yo tengo esa percepción) pese a que se nos llena la boca hablando de ello y de la importancia que tiene para las empresas. Y es que no lo entendemos bien (o al menos yo no lo he empezado a entender hasta hace poco).

¿Qué es el talento? Para José Antonio Marina es “la inteligencia triunfante”. Es esa cualidad que todos tenemos que nos hace diferentes a los demás, con la que disfrutamos, con la que hacemos especialmente bien algunas cosas, que nos atrae y nos divierte y con la que podemos pasar horas sin sentir que transcurre el tiempo. Ahora que sabemos que tenemos tres partes bien diferencias en nuestro cerebro: la reptil, que regula nuestro cuerpo, es el cerebro somático; el límbico, que regula las emociones; y el neocortex, o cerebro creativo o racional,  sabemos que el talento puede estar el cualquiera de esas partes.
Siempre me ha hecho gracia oír expresiones como “es un boxeador muy inteligente” pues no relacionaba la inteligencia con la capacidad para pegar puñetazos. Pero si por eso entendemos que es una persona con gran capacidad corporal, ágil, fuerte, de reflejos rápidos y resistencia contrastada, capaz de regularse, que coordina sus movimientos y se anticipa al contrario, no dudemos que realmente es un tipo de inteligencia. Como es inteligente aquella persona que se relaciona de una forma pausada, sin hacer daño a los demás, que se preocupa por mantener un espacio grato y confortable a aquellos que le rodean y que transmite emociones positivas. Tanto como aquella otra capaz de investigar sobre organismos complejos, desarrollar teorías de gran calado argumental o identificar con facilidad la solución a problemas complejos.

Nada de esto lo aprendemos en la enseñanza reglada. Algunas personas o empresas acuden a un coach para aprenderlo.
Y si la motivación y el talento son la base del éxito de las personas ¿por qué hacemos planes de formación en base a necesidades sociales, necesidades de las empresas o de las instituciones, desde los despachos de quienes no van a tener que pasar por esos planes de formación?

¿Y si elaborásemos planes de formación en los que se fomentase la motivación y el talento del alumno para que decida qué es lo que quiere ser de mayor?

jueves, 16 de mayo de 2013

¿Por qué ser feliz cuando se puede ser normal?

Con esta frase (que es el título de un libro de Jeanette Winterson) queremos poner de relieve la contradicción a la que nos lleva la actual presión social por conseguir un cuerpo escultural, tener éxito en el trabajo o alcanzar la felicidad. Cuando el éxito y la felicidad no es otra cosa que la aceptación de uno mismo, conseguir el equilibrio interior y disfrutar de las cosas que nos hacen disfrutar: “Yo sólo quiero ser yo mismo”

Ser uno mismo parece que debería ser una tarea fácil, sin embargo no lo es. La mayoría de las personas nos hemos visto abocados a conducir nuestras vidas por derroteros que no son los que hubiésemos deseado: “no podía defraudar a mis padres”, “tenía la responsabilidad de mis hijos”, “se ganaba más dinero haciendo aquello otro” y un largo etcétera que nos ha conducido por un camino condicionado por la presión social, familiar, o por la propia exigencia personal de no defraudar a otros. Finalmente justificamos esas decisiones tratando de convencernos a nosotros mismos de que lo que hicimos fue lo mejor que podíamos haber hecho y que no había muchas más alternativas.

Un aluvión de publicaciones nos ofrecen técnicas de autoayuda para que aprendamos a tener éxito. Leo en un post “Los 8 hábitos más comunes de la gente triunfadora” que invita a marcarse metas ambiciosas, saber venderse, trabajar más que los demás, no temer los errores, y otras cosas parecidas. ¿Y qué pasa si no soy ambicioso, o disfruto con lo que hago sin importarme mucho el “éxito” que eso me reporte, o si no tengo habilidad ni interés para venderme?

Si optamos por seguir ese tipo de recomendaciones el resultado será una vida insatisfecha.

¿Tiene solución? Sí, pero es necesario cumplir  tres requisitos: 

1º. Autoaceptación. Yo soy quien soy, con mis defectos y mis virtudes, con mi humor y mis momentos de enfado. El pasado es irreparable, nos sirve de aprendizaje pero no se puede cambiar, lo que ocurrió de una manera determinada ya no es alterable. Entender esto es importante para encarar el futuro con optimismo y esperanza.

2º. Control emocional. Me comporto como deseo hacerlo, sin dejarme arrastrar por reacciones impulsivas que luego lamento, por el rencor o la culpa que condicionan lo que hago y me apartan de hacer lo que realmente me satisface.
3º. Hacer lo que me gusta. Aquello que sé hacer, que hago bien y con lo que disfruto. Todos tenemos algún talento, alguna cualidad que cuando la ejercemos sentimos que el tiempo no pasa, que nos envuelve y nos embriaga generando un estado especial de bienestar y de satisfacción.
Conocerse y aceptarse, para comportarse con franqueza ante nosotros mismos haciendo aquello que nos gusta y con lo que disfrutamos, es ser uno mismo y estar en un estado de calma que nos permita disfrutar de cada instante de nuestra vida. Esto es el éxito; esto es la felicidad: ser normal, ser quien tú eres.

Para conseguirlo se necesita decisión y es mucho más fácil si contamos con alguna ayuda externa para apoyarnos en los momentos más delicados: este es el objetivo de este blog.

martes, 30 de abril de 2013

La verdad no existe.

Frases de este tipo son conocidas desde la antigüedad e identificadas como “la paradoja del mentiroso”: si esta afirmación fuese verdadera, atendiendo a lo que dice, sería falsa.

Bertrand Russell (1872-1970) llegó a la conclusión de que el lenguaje tiene una estructura gramatical, que lo hace comprensible, y una estructura lógica, que no corresponde necesariamente con aquella. Y desde el punto de vista de la verdad, lo relevante es la lógica y no la gramática.
Russell simplificó la paradoja del mentiroso con la siguiente frase: “lo que está escrito aquí es falso” (que si es verdadero resulta ser falso y si es falso resulta ser verdadero).

Russell y Wittgenstein (1889-1951) se dieron cuenta de que la conexión entre lenguaje, lógica y mundo constituían un sistema filosófico complejo que se conoció como atomismo científico.

Hacemos esta introducción para poner al lector en situación de identificar claramente contradicciones en las que caemos de forma cotidiana y absolutamente involuntaria:

¡Ten iniciativa! ……  pero no te equivoques.
¡Sé creativo! …… pero no cambies las cosas.
¡Hay que atender bien a los clientes! ……  ¡Ah!, pero cuadra la caja que es por lo que te voy a controlar.

Tres ejemplos de frases gramaticalmente bien construidas, pero que no tienen lógica y no se pueden llevar a cabo.

Las utilizamos con toda naturalidad y damos instrucciones de este tipo con más frecuencia de lo que pensamos.

La ontología del lenguaje es un área de la filosofía que trata del individuo como ser lingüístico y el coaching ontológico una técnica que observa los contenidos y los significados que existen detrás de nuestras expresiones, a fin de hacer consciente al individuo de cómo su lenguaje afecta a su visión de la realidad y a su comportamiento. Pero esto ya será tema de otro post.