En los últimos días he tenido que preparar
unos cursos sobre Medio ambiente, Reciclado y Sostenibilidad que me han llevado
a reflexionar sobre la incongruencia en la que vivimos teniendo como eje del
desarrollo al consumo.
Ya sabía que el planeta
está en peligro, que el calentamiento global es una amenaza real y que nuestro
sistema de vida atenta contra la naturaleza, pero no había sido tan consciente
de ello hasta ahora Y discúlpenme por mi ignorancia y por mi falta de
sensibilidad.
Todo lo que he leído
coincide en que la basura que generamos es un problema para la conservación del
planeta, de forma que:
-
Hay que reciclar adecuadamente
para encontrar destino a nuestros desperdicios y no seguir contaminando sin fin
(eso ya lo sabía y lo hago).
-
Hay que reutilizar, dar más usos
a las cosas que compramos; darle más usos nosotros u otros: usar varias veces
las bolsas de plástico antes de tirarlas; aprovechar las cajas para utilizarlas
como distribuidores en casa; donar la ropa a centros de caridad, regalar los
juguetes usados a ong,s que los repartan entre los niños más desafortunados,
dejar los libros en lugares donde otros puedan tomarlos para que sean releídos
(me parece bien y procuro hacerlo).
-
Hay que reducir el consumo (esto
ya lo había oído pero no lo hago porque la publicidad, mi entorno social, mis
propias apetencias me invitan a comprar, a consumir)
Reducir el consumo puede
parecer una propuesta escandalosa, cuando lo que oímos desde todas las instancias
es que hay que volver a reactivar el consumo para recuperar el empleo, el
desarrollo y el estado de bienestar. Pero la necesidad de reducir el consumo se
argumenta de la siguiente manera:
El ciclo productivo que
tienen nuestras economías se puede resumir en:
Extracción
– Fabricación – Mercado – Consumo – Desecho.
El protagonista de esta
cadena es el consumo: El consumo provoca que haya empresas dispuestas a
invertir y a generar empleo; el consumo aporta confort y nos permite llevar una
vida más placentera; el consumo nos hace ciudadanos de pleno derecho porque
consumiendo realizamos nuestra aportación a la sociedad. Sin reactivar el
consumo no hay viabilidad para la recuperación económica, por ello hay que
hacer todo lo posible para que la gente consuma. Dentro de las estrategias para
potenciar el consumo es conveniente programar la obsolescencia de los
productos, cambiar la moda, y tener una publicidad activa que invite a que
compremos, de forma que haya mercados más gandes, se fabriquen más cosas, haya
más empleo, etc.
El consumo es el eje sobre
el que se vertebra todo el ciclo ¿pero qué ocurre en las otras fases?
La extracción agota las
reservas naturales del planeta: se talan árboles, se contaminan ríos, se
envenena la atmósfera. Los países “más desarrollados” tienen fuerte medidas de
protección y contención de estas actividades y, además, la mano de obra es más
barata en países del “tercer mundo” (Finlandia ha hecho de la madera una
industria protegida y regulada que le permite mantener y hacer rentables sus
bosques, pero es más sencillo, barato y rápido talar bosques en la Amazonía o
en Indonesia)
Si pasamos a la
fabricación, la producción se deslocaliza y se va a países donde la mano de
obra es más barata, existen beneficios fiscales y las leyes son más permisivas
en cuanto a medidas preventivas de modo que se pueden utilizar toxinas que
hacen más simples y baratos los procesos productivos:
- Como consecuencia de la
deslocalización muchos empleados de baja cualificación se quedaron sin empleo
en los países de origen.
- Como consecuencia de la
deslocalización un batallón de empleados son explotados en condiciones de
esclavitud secuestrando sus posibilidades de educación y crecimiento.
- Como consecuencia de la
deslocalización se produce un trasiego en el transporte que aparentemente
podría encarecer el producto (se extraen las materias primas en un país, se
fabrican en otro y se ensamblan en otro para llegar en buen estado a los
“mercados de consumo”) pero las condiciones de extracción y de fabricación son
tan favorables que hace que ese gasto sea insignificante. O al menos es
aparentemente insignificante porque la realidad es que ese transporte genera
emisiones de CO2 que va a parar a la atmósfera y ese transporte es la causa de que cada cierto tiempo
se produzcan accidentes en los que se vierten productos tóxicos que contaminan
zonas extensas.
Y llegamos al mercado.
Podemos adquirir lo que queramos a unos precios razonablemente asequibles para
la mayoría de las economías.
Puedo comprar un ordenador
portátil por poco más de 200 euros y el teléfono móvil me lo da gratis la
compañía telefónica si hago un contrato nuevo o me comprometo a mantener otros
hábitos de consumo. ¿Y es ese el valor de las cosas? No debemos confundir lo
que valen con lo que cuestan pues su coste real está financiado por las
personas que sufren la explotación de su naturaleza a costa de su salud y por
las personas que han trabajado en su fabricación a costa de su educación y
crecimiento.
Volvemos a hablar del
consumo. En este sistema no todos los ciudadanos somos iguales pues no todos
aportamos lo mismo al ciclo. La capacidad de consumo es la regla con la que se
mide nuestra aportación y la exhibición de las pertenencias es la forma de
demostrar nuestro valor: poseer el último modelo de coche, llevar el traje de
moda, exhibir el ordenador más extraplano del mercado o alternar en ciertos
lugares son elementos de
distinción.
La sociedad de consumo
genera deshechos pues su fin no es el uso, sino la exhibición: un habitante de
EE.UU. genera 2,5 kg de basura diaria, en España (que consumimos menos)
generamos 1,07 kg, Madrid acumula 1,6 millones de toneladas de basura al año.
Sólo el 1% de lo que compramos dura más de seis meses.
La pregunta que me hice
cuando comencé a buscar información sobre medio ambiente era ¿qué podemos hacer
para reducir los residuos y la contaminación? Y la búsqueda me llevó a un video
con la intervención de José Mujica,
presidente de Uruguay, en la Cumbre Rio+20 http://youtu.be/fYwH9MpkEh4 (dura 10
minutos).
Ahora las preguntas que me
hago son:
-
¿Podemos cambiar nuestros
patrones sociales?
- ¿Podemos hacer que la educación,
la cultura el entendimiento y la amistad se conviertan en fines
perseguidos?
Y lo que
verdaderamente me produce desasosiego, siendo mi profesión el desarrollo y
crecimiento de las personas, es que no sé las respuestas.