domingo, 20 de enero de 2013

Desarrollo sostenible.


En los últimos días he tenido que preparar unos cursos sobre Medio ambiente, Reciclado y Sostenibilidad que me han llevado a reflexionar sobre la incongruencia en la que vivimos teniendo como eje del desarrollo al consumo.

Ya sabía que el planeta está en peligro, que el calentamiento global es una amenaza real y que nuestro sistema de vida atenta contra la naturaleza, pero no había sido tan consciente de ello hasta ahora Y discúlpenme por mi ignorancia y por mi falta de sensibilidad.

Todo lo que he leído coincide en que la basura que generamos es un problema para la conservación del planeta, de forma que:
-        Hay que reciclar adecuadamente para encontrar destino a nuestros desperdicios y no seguir contaminando sin fin (eso ya lo sabía y lo hago).
-        Hay que reutilizar, dar más usos a las cosas que compramos; darle más usos nosotros u otros: usar varias veces las bolsas de plástico antes de tirarlas; aprovechar las cajas para utilizarlas como distribuidores en casa; donar la ropa a centros de caridad, regalar los juguetes usados a ong,s que los repartan entre los niños más desafortunados, dejar los libros en lugares donde otros puedan tomarlos para que sean releídos (me parece bien y procuro hacerlo).
-        Hay que reducir el consumo (esto ya lo había oído pero no lo hago porque la publicidad, mi entorno social, mis propias apetencias me invitan a comprar, a consumir)

Reducir el consumo puede parecer una propuesta escandalosa, cuando lo que oímos desde todas las instancias es que hay que volver a reactivar el consumo para recuperar el empleo, el desarrollo y el estado de bienestar. Pero la necesidad de reducir el consumo se argumenta de la siguiente manera:

El ciclo productivo que tienen nuestras economías se puede resumir en:

Extracción – Fabricación – Mercado – Consumo – Desecho.

El protagonista de esta cadena es el consumo: El consumo provoca que haya empresas dispuestas a invertir y a generar empleo; el consumo aporta confort y nos permite llevar una vida más placentera; el consumo nos hace ciudadanos de pleno derecho porque consumiendo realizamos nuestra aportación a la sociedad. Sin reactivar el consumo no hay viabilidad para la recuperación económica, por ello hay que hacer todo lo posible para que la gente consuma. Dentro de las estrategias para potenciar el consumo es conveniente programar la obsolescencia de los productos, cambiar la moda, y tener una publicidad activa que invite a que compremos, de forma que haya mercados más gandes, se fabriquen más cosas, haya más empleo, etc.

El consumo es el eje sobre el que se vertebra todo el ciclo ¿pero qué ocurre en las otras fases?

La extracción agota las reservas naturales del planeta: se talan árboles, se contaminan ríos, se envenena la atmósfera. Los países “más desarrollados” tienen fuerte medidas de protección y contención de estas actividades y, además, la mano de obra es más barata en países del “tercer mundo” (Finlandia ha hecho de la madera una industria protegida y regulada que le permite mantener y hacer rentables sus bosques, pero es más sencillo, barato y rápido talar bosques en la Amazonía o en Indonesia)

Si pasamos a la fabricación, la producción se deslocaliza y se va a países donde la mano de obra es más barata, existen beneficios fiscales y las leyes son más permisivas en cuanto a medidas preventivas de modo que se pueden utilizar toxinas que hacen más simples y baratos los procesos productivos:
- Como consecuencia de la deslocalización muchos empleados de baja cualificación se quedaron sin empleo en los países de origen.
- Como consecuencia de la deslocalización un batallón de empleados son explotados en condiciones de esclavitud secuestrando sus posibilidades de educación y crecimiento.
- Como consecuencia de la deslocalización se produce un trasiego en el transporte que aparentemente podría encarecer el producto (se extraen las materias primas en un país, se fabrican en otro y se ensamblan en otro para llegar en buen estado a los “mercados de consumo”) pero las condiciones de extracción y de fabricación son tan favorables que hace que ese gasto sea insignificante. O al menos es aparentemente insignificante porque la realidad es que ese transporte genera emisiones de CO2 que va a parar a la atmósfera y ese transporte  es la causa de que cada cierto tiempo se produzcan accidentes en los que se vierten productos tóxicos que contaminan zonas extensas.

Y llegamos al mercado. Podemos adquirir lo que queramos a unos precios razonablemente asequibles para la mayoría de las economías.
Puedo comprar un ordenador portátil por poco más de 200 euros y el teléfono móvil me lo da gratis la compañía telefónica si hago un contrato nuevo o me comprometo a mantener otros hábitos de consumo. ¿Y es ese el valor de las cosas? No debemos confundir lo que valen con lo que cuestan pues su coste real está financiado por las personas que sufren la explotación de su naturaleza a costa de su salud y por las personas que han trabajado en su fabricación a costa de su educación y crecimiento.

Volvemos a hablar del consumo. En este sistema no todos los ciudadanos somos iguales pues no todos aportamos lo mismo al ciclo. La capacidad de consumo es la regla con la que se mide nuestra aportación y la exhibición de las pertenencias es la forma de demostrar nuestro valor: poseer el último modelo de coche, llevar el traje de moda, exhibir el ordenador más extraplano del mercado o alternar en ciertos lugares  son elementos de distinción.

La sociedad de consumo genera deshechos pues su fin no es el uso, sino la exhibición: un habitante de EE.UU. genera 2,5 kg de basura diaria, en España (que consumimos menos) generamos 1,07 kg, Madrid acumula 1,6 millones de toneladas de basura al año. Sólo el 1% de lo que compramos dura más de seis meses.

La pregunta que me hice cuando comencé a buscar información sobre medio ambiente era ¿qué podemos hacer para reducir los residuos y la contaminación? Y la búsqueda me llevó a un video con la intervención de José Mujica, presidente de Uruguay, en la Cumbre Rio+20 http://youtu.be/fYwH9MpkEh4 (dura 10 minutos).

Ahora las preguntas que me hago son:
-        ¿Podemos cambiar nuestros patrones sociales?
-    ¿Podemos hacer que la educación, la cultura el entendimiento y la amistad se conviertan en fines perseguidos? 

Y lo que verdaderamente me produce desasosiego, siendo mi profesión el desarrollo y crecimiento de las personas, es que no sé las respuestas.

1 comentario:

  1. Querido Kalis, muchas gracias por tus reflexiones sobre la insostenibilidad del modelo de producción y consumo dominante. Es una reflexión que va calando en la sociedad pero que todavía no mueve lo suficiente como para pasar de la reflexión al cambio de modelo. Tú mismo te preguntas con desasosiego si es posible cambiar nuestros patrones sociales. Yo no sé tampoco la respuesta, no sé si es posible, pero sé que tenemos que intentarlo.

    Hemos superado los 7.000 millones de habitantes en el planeta, más del doble de los que había cuando nosotros nacimos; el cambio climático es ya una realidad incontestada como también que es debido a la influencia de la actividad humana; el Ártico literalmente se derrite, la superficie de los bosques desminuye, la tierra arable disminuye su productividad natural. Vivimos una crisis mediambiental sin precedentes porque, por primera vez, es global.

    Existe el consenso en la comunidad científica de que es necesario reducir el nivel de emisiones de gases de efecto invernadero de los países desarrollados ¡EN UN 80%! progresivamente desde ahora al 2050 para evitar una subida de las temperaturas que provocaría un colapso medioambiental.

    La tarea es colosal pero además también es urgente. No estamos hablando de miles ni de cientos de años sino de decenas. Queramos o no queramos en un futuro que ya está ahí, que va a afectar a nuestros hijos y nuestros nietos, si no a nosotros, se van a producir enormes cambios, porque todos sabemos ya que el crecimiento en el deterioro del planeta es insostenible.

    Sabemos que el cambio es inevitable, aunque no sepamos cómo se va a producir, todo depende de la senda que adoptemos. Los escenarios extremos pueden ser:

    1º) Colapso medioambiental, ya sea repentino o progresivo, si seguimos con nuestro de modelo de consumo actual.
    2º) Cambio voluntario haciendo que nuestro modo de vida se adapte a los límites de la biocapacidad del planeta.

    En el primer escenario el resultado será una sociedad terriblemente dura, donde la gran mayoría sufrirá los efectos del colapso ambiental y solo unos pocos privilegiados intenterán seguir manteniendo sus privilegios. Un escenario "Blade runner" con grandes migraciones medioambientales, empobrecimiento generalizado de la población, enfermedades, grandes revueltas y represión.

    El segundo escenario se caracterizaría por un esfuerzo colectivo, especialmente en los países desarrollados, para adaptarnos a los límites de biocapacidad del planeta. Este cambio exige una corrección de las desigualdades existentes e incluso de la deuda histórica ambiental de los países desarrollados. USA emite 20 Tn. de CO2 per cápita, España 10 y Mozambique 0.1. Las responsabilidades están claras y la necesidad de cambio también.

    ¿Seremos capaces?. No lo sé. Más bien creo que no, pero, aún así, no debemos dejar de intentarlo. Muchos lo están haciendo ya, a través de opciones políticas (partidos verdes) o a través de iniciativas sociales. El movimiento Ciudades en transición, el consumo responsable, la vuelta a las actividades sociales locales, el movimiento de Huertos urbanos, los Bancos de tiempo, las Monedas locales, la transformación del transporte y la movilidad hacia formas más sostenibles, la transformación progresiva del sistema energético a un sistema 100% renovable, el cambio en los hábitos alimentarios hacia una alimentación de baja huella ecológica disminuyendo las proteinas de origen animal, la protección del agua de la contaminación y el sobreconsumo, la explotación sostenible de las pesquerías...

    ¿Seremos capaces?. No podemos dejar de intentarlo, y no podemos dejar de intentarlo con alegría porque en el cambio voluntario no solo está la renuncia sino también el encuentro con nuevos valores y la satisfacción del camino realizado.

    El tiempo nos lo dirá:

    Alberto Sacristán

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