miércoles, 12 de junio de 2013

De mujeres y hombres

Hace unos días conocí a un hombre convencido de que estamos entrando en la era de Acuario caracterizada por la tolerancia y que ya se aprecia de forma más que notable en aspectos como el desarrollo individual, social, cultural, científico y tecnológico; también en la globalización, que es una de sus manifestaciones. Y él hace especial hincapié en la irrupción de la mujer en todos los ámbitos de la sociedad.
No piensa en la tolerancia como un valor que hay que potenciar, a él le altera el ánimo y le mueve sus cimientos: no entiende lo que está pasando y comentarios como los que hace sólo se podrán encontrar en la memoria de la España de los años 40.
A raíz de aquella conversación decidí escribir un post sobre mujeres y hombres y después de cuatro borradores rechazados por mi entorno femenino he cambiado de opinión y ya no voy a hablar de mujeres y hombres.

A finales de los 80 fui invitado a participar en una mesa redonda en el Instituto de la Mujer, sobre la integración de la mujer en el mundo del trabajo. En aquel momento yo era el director de recursos humanos de una entidad financiera que estaba en plena expansión e incorporábamos a personas jóvenes con proyección profesional. Incorporábamos a muchas mujeres por dos razones, primera porque ellas eran tan buenas como ellos, y segunda porque entonces muchos chicos tenían pendiente el servicio militar al terminar la carrera y eso los descartaba para un ingreso inmediato. Ese criterio me reportaba muchas críticas y amenazas veladas (ya verás cuando se embaracen, vas a tener un problema, las mujeres faltan uno o dos días al mes al trabajo, y otra serie de comentarios parecidos), de forma que llevaba un control férreo sobre absentismo y productividad entre sexos, con datos que evidenciaban que esos comentarios no tenían ningún valor real.

Con estos antecedentes acepté encantado la invitación del Instituto de la Mujer y me fui dispuesto a comentar mis datos estadísticos. Preparé una entrada para abrir mi intervención en la que decía. “agradezco al Instituto de la Mujer que me haya invitado a esta mesa redonda pues soy hijo de una mujer trabajadora, estoy casado con una mujer trabajadora y tengo dos hijas pequeñas que espero que se incorporen al mundo laboral en igualdad de condiciones”. Comenté esta entradilla con mi mujer, con mis hermanas y con varias compañeras de trabajo y a todas les pareció bien, así que empecé mi intervención con ese comentario.

Después de mí hablaba una mujer que entonces era la directora de recursos humanos de una conocida cadena de supermercados y que, con un tono irónico, comenzó diciendo: “no sabía como empezar mi intervención pero José Luis me ha dado una pista ya que al contrario que él yo soy hija de un hombre trabajador, estoy casada con un hombre trabajador y tengo la certeza de que mis hijos se incorporarán al mundo laboral con ventajas sobre mis hijas”.
He tardado veinticinco años en saber qué pudo provocar ese comentario de mi colega.

En el coloquio posterior una mujer me preguntó que “qué pensaba yo de esa tontería de que las mujeres quisieran hacer el servicio militar”, a lo que respondí dándole mi opinión sobre el servicio militar: que me parecía absurdo ya fuese para hombres o para mujeres. No había terminado la frase cuando irrumpió como una locomotora la directora del Instituto diciendo que eso es una opción personal. También aquello me pareció una agresión hacia el ponente aunque, en este caso, no tardé mucho en comprenderlo: La igualdad consiste en la igualdad de oportunidades ante las opciones personales.

He dicho que he tardado en comprender la reacción de aquella directora de recursos humanos y lo he comprendido ahora cuando he intentado escribir un post sobre mujeres y hombres. Esto es como lo que pasa en mi pueblo: nosotros podemos decir lo que queramos sobre nosotros mismos, pero que no venga nadie de fuera a decirnos qué hay que hacer o cómo somos.

Si realmente estamos entrando en la era de Acuario, caracterizada por la tolerancia, ésta se debe asentar sobre la libertad e igualdad de derechos para decidir las opciones personales.

¿Basta con reconocer la igualdad de derechos para decidir las opciones personales, o crees que hay más aspectos que es necesario regular?