domingo, 29 de diciembre de 2013

Rencores a la papelera


  "Yo no soy rencoroso", así comenzaba a describirse un candidato que entrevisté en un proceso de selección.

Rafael Echevarría en su Ontología del Lenguaje nos advierte de que el modo como enjuiciamos nuestro pasado genera estados de ánimo que condicionan nuestro comportamiento futuro.

Cuando una persona reconoce su pasado como un tiempo vivido bajo determinadas circunstancias, que ha generado una serie de experiencias que fueron las que fueron, mejores o peores, pero que pasaron sin dejar daños; cuando una persona acepta su pasado tal como fue, se enfrenta al futuro con la mente abierta y con un bagaje que le ha hecho aprender (de lo bueno lo que hay que hacer; de lo malo, lo que hay que evitar o enfocar de manera diferente). La aceptación nos aporta tranquilidad espiritual y claridad a la hora de vivir el presente y de pensar en el futuro.
Por el contrario el resentimiento refleja un estado de ánimo que nos limita, nos ancla al pasado y no nos deja desarrollarnos. La idea que subyace a esta percepción es que: “Yo merecía algo que me fue negado o, simplemente, merecía una cosa mejor de lo que obtuve, pero alguien se interpuso impidiendo que lo obtuviera, de forma que mi situación actual no es la que yo debería tener (ese alguien lo pagará tarde o temprano)”.
El hecho de estar viviendo una situación no deseada y no aceptada limita nuestra capacidad de acción. El resentimiento nos puede hacer vivir en función de la persona o personas con quien estamos resentidos y el odio y la venganza puede llegar a convertirse en la guía de nuestra vida.
Para evitarlo, trata de racionalizar la situación, acepta que la situación, fuera la que fuese ya no tiene solución y eso no puede condicionar, coméntalo con otras personas (aunque el resentimiento suele ser privado trata de compartirlo, verás que otras personas pasaron por situaciones similares). Haz un ejercicio de catarsis y tira tus resentimientos a la papelera.

La semana pasada me reencontré con una persona hacia la que sentía cierto rencor; me saludo efusivamente y, al ver mi frialdad me dijo: Chico, yo te aprecio, nuestras diferencias fueron causa de las circunstancias, pero prefiero olvidarlas y que nos llevemos bien.

Para 2014 he decidido tirar mis rencores a la papelera. ¿Y tú?

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