“Las cosas buenas de la vida son las que más te costó conseguir”.
No sé qué pasa
últimamente, pero esta frase me persigue.
¡Qué tontería es
esa!
Desde pequeños nos
cuentan que debemos sufrir para conseguir cosas, pero eso no es así, no en
todas las ocasiones, claro.
Una de las cosas
que me vino a la cabeza tras oír esta frase (por enésima vez) fue tener hijos.
Hay personas a las que les cuesta mucho tener hijos, incluso las hay que no
pueden tenerlos, sin embargo un porcentaje muy alto de las parejas los
tienen porque… “¡Ups! ¿Cómo ha podido pasar?” La respuesta a esta pregunta es
muy sencilla: porque os lo pasasteis muy bien, sin ningún esfuerzo, sin pensar
y disfrutando.
No conozco a ningún
padre o madre que diga que sus hijos no son lo mejor de su vida. Pese a ello me
podéis decir que la crianza de un hijo es una cosa muy dura y os daría la
razón, pero estamos hablando de conseguirlo no de mantenerlo. Otros me diréis
que para tenerlo hay que parirlo y eso supone un gran esfuerzo y es doloroso, a
lo cual yo os respondo que no tiene por qué ser así si confiamos en la medicina
y la anestesia.
La afirmación de
que “las cosas buenas de la vida son las que más te costó conseguir” creo que
se deriva de que no le damos un valor real a las cosas, no nos fijamos en los
pequeños detalles que nos alegran un día o en los pequeños logros que hacen que
nuestra autoestima crezca por el simple hecho de no haber sudado para
conseguirlos.
Mi recomendación es que disfrutemos, no nos
centremos solo en el sufrimiento, el esfuerzo o el dolor porque éste, a veces,
llega sin poder evitarlo y la única manera que tenemos para que no nos invada
es apreciar las pequeñas cosas que nos hacen sentir bien.