No basta con hacer las cosas bien, o muy bien, hay que hacer
que los demás lo sepan. Esto exige llamar la atención, algo de exhibicionismo o
de provocación.
Hace unos días estuve en una “performance” de una artista
uruguaya, Verónika Márquez, una fotógrafa que ha diseñado una obra efímera en la que se proyecta una serie de
escenas donde sale ella contando el proceso creativo de un trabajo fotográfico
en el cual ella misma se caracteriza de trece personajes con ropas, estilos y personalidades
diferentes. Mientras transcurre esa secuencia aparece nuestra artista,
enfundada en una malla que apenas la cubre y comienza a narrar historias de
sexo, tomando la palabra a la narración proyectada y comenzando a bailar y a
realizar piruetas en una barra.
Lejos de ser un espectáculo erótico, lo que produce es
cierta turbación. Mónika la fotógrafa contándonos cómo trabaja; Mónika la
bailarina demostrando sus habilidades, Mónika la actriz interpretando un papel
escrito; Mónika la modelo fotografiada una, dos, tres, trece veces; más: veinte,
veinticinco, en diferentes posturas, con diferentes pelucas, siendo diferentes
personas. Un espectáculo que te hace pensar ¿quién es Mónika? ¿quiénes somos
nosotros?.
El talento necesita manifestarse, las personas con algún
talento acompañado de vocación necesitan un espacio en el que se les reconozca
su capacidad y puedan llevarla a su apogeo. El talento utiliza la provocación
para que lo reconozcan.