La Diversidad Cultural es
Patrimonio de la Humanidad, desde el 2 de noviembre de 2001 según declaración
de la UNESCO, cuyo artículo número uno indica;
La
diversidad cultural, patrimonio común de la humanidad.
La cultura adquiere formas diversas a través
del tiempo y del
espacio. Esta diversidad se manifiesta en la originalidad y la pluralidad de las
identidades que
caracterizan los grupos y las sociedades que componen la humanidad. Fuente de intercambios,
de innovación y de creatividad, la
diversidad cultural es, para el género humano, tan necesaria como
la diversidad biológica para los organismos
vivos. En este sentido, constituye
el patrimonio común de la
humanidad y debe ser reconocida y consolidada en beneficio de las generaciones presentes y futuras.
No voy a ser yo quien le ponga
ninguna pega a esta declaración, pese al título de este artículo.
La globalización de los mercados,
el intercambio entre países, la presencia en entornos multinacionales y
multiculturales de las grandes compañías españolas nos obliga a considerar la
diversidad como un factor que es necesario tener en cuenta y de analizar las
ventajas que puede reportar al resultado de esas empresas.
Sin embargo, deseo advertir que
la diversidad es antinatural, es decir contrario al orden de la naturaleza, en
el desarrollo de los seres vivos.
Ya hemos indicado en otras
ocasiones que el “gen es egoísta” y busca perpetuarse frente a sus
competidores: sentimos más afecto y demostramos más sentido de protección hacia
los hijos que hacia los sobrinos y sobre éstos más que hacia los hijos de los
primos. Los de mi familia son mejores que los de mi pueblo y éstos mejores que
los del país. La similitud es una forma de identificarnos y buscamos a quien es
similar a nosotros. Nos atraen las personas con determinados rasgos físicos,
más que otras, nos sentimos más cómodos en grupos donde compartimos creencias,
valores, actividades: “Los de mi club somos de tal manera”, “nada que ver con
los del otro club que son unos –lo que sea- y, por supuesto, no quiero nada de
ellos”
Buscamos personas que se nos
parezcan y los acuerdos, los proyectos compartidos, las actividades en común
nacen desde aspectos comunes, no desde la diferencia y la diversidad. Por eso
es un error fomentar la diversidad.
Hay que fomentar la búsqueda de
similitud en entornos diferentes.
Las empresas que deseen fomentar
el aprovechamiento de la diversidad deberían propiciar encuentros para buscar
aspectos compartidos. Cuando comparto cosas con el de al lado, veo que podemos
llevar a cabo proyectos en común y, en ese caso, puedo aceptar más fácilmente
sus puntos de vista diferentes a los míos.