Para vender es necesario tener
empatía con el cliente, saber lo que quiere y entusiasmarse con su compra.
Varias veces he oído a jóvenes
comerciales decir que ellos tienen que creer en lo que venden, porque no se
sienten capaces de engañar a la gente si ellos mismos no están convencidos de
su producto. Cuando oigo ese tipo de comentario apunto que lo que tienen que
hacer es que el comprador crea en el producto, no ellos. La gente compra de
todo, compramos de todo: objetos de marca, objetos falsificados, crecepelo con
placenta, pelo natural postizo, perfumes que llevan caca de gato, coches que
van a una velocidad a la cual no se pude circular, lámparas rotas o cajas de
galletas oxidadas que compramos como objetos “vintage”. Da igual que al
comercial le guste o no lo que vende, de hecho el producto tendría que ser algo
indiferente para un buen comercial, lo que tiene que hacer es que a quien
manifiesta deseo de poseer “eso” se le entusiasme para que lo compre.
Esto tiene que ver con el lenguaje
que se utiliza y con la capacidad para crear una buena relación con el cliente.
Estos días de compras azarosas he oído a vendedores frases como éstas:
- A una
señora en un centro de belleza: “Tengo una crema ideal para usted, como tiene
la cara tan velluda”
- En una
zapatería a la que entra un joven
preguntado por unas zapatillas que había visto en el escaparate: “¿Unas que
eran horrorosas?, sí, sí, las tenemos en el almacén porque las hemos quitado
del escaparate”
- A una
chica que se probaba unos pantalones vaqueros y decía que le hacían arrugas en
el trasero: “Es que con el tipo que tiene ¿qué quiere?”
- A una
pareja con aspecto peculiar que pregunta si tienen camisetas: “¿Para gente como
vosotros?, aquí no vais a encontrar nada”.
Y es que hay vendedores que no
quieren vender.
Si tienes alguna anécdota parecida
compártela y ayúdanos a hacer un recopilatorio de situaciones provocadas por
vendedores que no quieren vender.